domingo, 26 de mayo de 2013

I Concentración de Barranquismo de Castilla y León


Con lo que nos gustan los barrancos, ¡cómo nos íbamos a perder un encuentro en nuestra propia Comunidad! No es que León tenga grandes cosas en cuanto a barrancos, pero algo habrá que rascar. Además, quitando Valporquero, no conocíamos nada por la zona.
Cuando salimos de Aranda, las previsiones anunciaban 12-14 ºC como máximo, casi con heladas por las noches. Para ser finales de Mayo, eso no es lo habitual, pero ya estábamos inscritos...


Instalaciones y organización


Nos alojamos en las cabañas "El Chaltel" en Vegacervera, de una empresa de aventura de la zona. Bien, la verdad. Temíamos pasar frío, pero en cada cabaña hay una estufilla para por si acaso. Algunas camas eran un poco duras (somier de tabla de conglomerado), pero estamos hablando de un alojamiento económico. Más que suficiente. Desayuno abundante y cena rica.
Aunque al llegar estuvimos algo desorientados, ciertamente la 1 de la madrugada no es hora para andar atendiendo rezagados. Pero por la mañana, se nos facilitaron topos y reseñas de los barrancos de la zona, camisetas y libros de Desnivel a buen precio.
Tras la cena del sábado, hubo dos proyecciones, sobre la expedición española de 2011 para explorar barrancos en Nepal, y sobre un viaje a Madeira realizado por compañeros de Nubis y Jaspe.

Foto de grupo.

Taller de aguas vivas


Por parte de la organización, se prepararon varios talleres para el encuentro: aguas vivas, modificación de taladros (que finalmente no se realizó), autorrescates y RCP. Nosotros optamos por el primero, empleando el resto del tiempo en bajar barrancos.
El taller comenzó con una charla teórica. Se notaba que la materia estaba algo más orientada a ríos y kayaks, o barrancos muy caudalosos. Echamos de menos la interacción entre rápeles y grandes caudales.
Seguimos con prácticas en seco con la cuerda de socorro: principalmente, su lanzamiento. Para terminar, nos desplazamos al río Esla, a practicar en el agua. Aprovechamos una zona preparada artificialmente para el slalom en aguas bravas para practicar cruces de corriente a pie y a nado, y cómo desplazarnos por el agua y aprovechar sus movimientos.
Resultó interesante, aunque reconozco que esperábamos algo más. Al menos, confirmamos conocimientos que ya más o menos teníamos, y recalcamos la importancia de la lectura del agua y la anticipación a todos sus movimientos.


Barranco del Pico del Moro


Aprovechando que nos habíamos desplazado 40 km desde Vegacervera, decidimos emplear la tarde del sábado en descender el barranco del Pico del Moro, que nos quedaba a menos de 10 km de distancia desde el campo de slalom, y sobre la topo parecía uno de los más atractivos.


Ocejo de la Peña, tras 35 minutos de aproximación.

Aparcamos junto a la iglesia de Ocejo de la Peña y en menos de 40 minutos nos plantamos en la entrada al barranco. La subida es durilla, pero las vistas son espléndidas.


Rápel de 30 metros.
Uno de los rápeles finales.


El barranco en sí presenta dos zonas relativamente encajadas, separadas por un rápel de 30 metros, el punto más atractivo del descenso. Nos encontramos poquita agua, lo que indica que en verano se seca. La reseña indicaba la posibilidad de realizar un salto (que una servidora probó), pero no lo recomiendo en absoluto: hay que apuntar muy mucho y es facilísimo tocar con las paredes, que se estrechan bajo el agua. Lo encontramos correctamente instalado y recientemente desbrozado (supusimos que a propósito para la Concentración), lo que fue de agradecer.


El barranco desde la senda de retorno.


Barranco Quincoajo o Pincuejo


La mañana del domingo empezó fresquita. Estuvimos dudando sobre qué hacer, pues a cada uno nos apetecía una cosa. Una opción era Valporquero, pero la tenemos ya muy vista, y preferimos dejarla para otra ocasión en que hubiese menos gente, pues era el principal atractivo del encuentro. Otra posibilidad era el barranco de Valdorria, bien de agua, con unos toboganes y una bonita cascada final, pero el pateo intermedio de 45 minutos por el río nos hizo desistir. Así que optamos por irnos a Caldas de Luna para conocer el Quincoajo, que se puede combinar con el muy cercano barranco de Cacabillos.


Vistas desde la aproximación. Embalse de los Barrios de Luna, con el viaducto de la autopista.

Estratos verticales y manchas de nieve todavía.
La grieta del Quincoajo se ve perfectamente a medida que nos acercamos a Caldas. Dejamos el coche en la salida y nos disponemos a subir la empinada ladera de su derecha orográfica. Optamos por subir más o menos en zig-zag, sin seguir un sendero definido. Hay que buscar un collado bastante arriba, pues el primero que aparece no es el correcto, según la reseña. Una vez arriba, cortamos ladera siguiendo siempre un marcado sendero hasta atravesar otra pequeña cresta. Las vistas son impresionantes, con los estratos de la roca totalmente verticales. Después, ya se ven los prados por los que descendimos al fondo del valle, pero creo que no fue la mejor idea, pues nos dejan muy arriba y nos comimos 10 minutos de pelea con matojos, antes de alcanzar el inicio del barranco. Sin embargo, una pedrera que hay después de rebasar la segunda cresta desciende directamente hasta el primer resaltillo. Nos lo apuntamos.

Resaltes iniciales.





El barranco nos sorprendió gratamente pues, tras unos resaltes iniciales, se encaja de repente entre paredes muy altas, dándole cierta oscuridad. Unido al paisaje de la aproximación, nos resultó muy estético. Además, acertamos con el momento en que la luz del Sol entraba por la grieta.

Carácter encajado.











En este barranco sí corría agua, con un caudal normal que empujaba un poquillo, pero no causaba ningún problema: perfecto para disfrutar.


La cascada más bonita del descenso.







Tras una horilla y media de descenso, las paredes se abren y ya solamente nos queda descender unos 10 minutos por un sendero en la margen derecha. Unos bloques en un nuevo estrechamiento de las paredes crean un último resalte, evitable destrepando.

Cuando salimos, un tiempo cambiante nos recibió, con viento y nubes que empezaban a llegar desde el Norte. Incluso con el polar puesto empezábamos a sentir frío. Teníamos hambre, al día siguiente había que madrugar para currar... Cacabillos se quedó para otra ocasión.








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